Sadio Mané, delantero estrella de la Selección de Senegal y del fútbol europeo que acaba de pasar del Liverpool al Bayer Munich por 32 millones de dólares tiene una escena que lo describe claramente.
Un día, los jugadores de su equipo bajan del micro con la vista al frente, los auriculares puestos. Pasan junto a un hombre que está descargando bidones de agua de una de las bauleras. Ni siquiera lo miran. Salvo uno, que se detiene. Carga dos bidones y, sin decir nada, sigue adelante. Era él, Sadio Mané.
Porque lejos de los flashes, Sadio es el mismo muchacho que juntaba pomelos para usar como pelotas allá en Bambali, el pueblo donde nació y se crio con muchas carencias.
“¿Para qué quiero diez coches Ferrari, veinte relojes con diamantes y dos aviones? ¿Qué harán estos objetos por mí y por el mundo? Yo pasé hambre, trabajé en el campo, jugué descalzo y no fui al colegio. Hoy puedo ayudar a la gente. Prefiero construir escuelas y dar comida o ropa a la gente pobre”, declaró a la televisión de su país como para que quede claro que detrás de lo que hace hay una filosofía nacida de la necesidad.
Sadio Mane, adentro y afuera de la cancha
Sadio Mané es un fenómeno dentro de la cancha. Hizo más de 200 goles: 192 entre el Metz de Francia, el Salzburgo de Austria y el Southampton y el Liverpool de Inglaterra; 9 por torneos oficiales con la selección de Senegal. Solo con el Liverpool ganó la Liga de Campeones de Europa, la Supercopa Europea y el Mundial del Clubes. A la selección del su país le dio la Copa Africana de Naciones de este año, gracias a un penal decisivo que él mismo ejecutó en la final ante Egipto.
Sadio Mané es un fenómeno fuera de la cancha. Lejos del egoísmo y la frivolidad de buena parte de sus colegas del fútbol europeo, el delantero que jugará en el fútbol alemán se prodiga en acciones solidarias hacia aquellos que menos tienen, fundamentalmente con quienes lo vieron patear pomelos (no había dinero para comprar una pelota), descalzo y con hambre, en los potreros de su Bambali natal, a 400 kilómetros de Dakar, la capital de Senegal.
El origen de esta estrella
Sadio cuenta su historia sin ocultar nada. Y lo hace en el documental “Made in Senegal” donde se lo ve tal como es. "Nací en un pueblito de Senegal llamado Bambali. Se me consideraba el mejor jugador del pueblo, pero nadie en mi familia quería que fuera futbolista. Y yo estaba totalmente convencido de que cuando me fuera podría serlo. Lo único que me preocupaba era cómo".
Es que los padre de Sadio Mané no veían con buenos ojos el fútbol. Creían, sabían, que si había alguna posibilidad de sobrevivir a la pobreza era a través de la escuela. Por eso, el pequeño Sadio tenía que escapar a los controles maternos para poder ir a paterar pomelos (perdón, pelotas) al campito en el que los chicos de su aldea jugaban al fútbol.
“Me crié en un lugar donde no les gustaba el fútbol y jugué descalzo en la calle hasta los quince años”, contó el delantero que ahora, con 30 años, compartirá el ataque del Bayern con el atacante polaco Robert Lewandowski.
"Veía chicos jugando -agrega- y me sumaba. Cuando crecí, empecé a ir a la cancha. Especialmente cuando jugaba la selección nacional. Quería ver a mis héroes e imaginarme a mí mismo como ellos".
Pero el sueño debía esperar. Los padres de Sadio Mané enviaron a su hijo a la casa de unos conocidos en Dakar. A estudiar, claro. Cuando el futuro crack tenía 15 años se enteró de que Generación Foot, academia y club senegalés que recibe apoyo del Metz francés, haría una prueba. Desobedeciendo la orden familiar se presentó.
Cuando iba a entrar al campo de juego uno de los cazatalentos de la academia le preguntó: “¿Cómo vas a hacer para jugar con ese calzado? ¿Y esos pantalones? ¿No tenés unos de fútbol?”. Mané no tenía nada. Mané entró y la rompió. El técnico Olivier Perrin quedó asombrado por su velocidad y destreza con la pelota. Y así comenzó todo.
“Mamá prendé la tele”
En dos temporadas en Generation Foot, Sadio Mané jugó 90 partidos e hizo 131 goles. Su llegada al Metz, de la Segunda División del fútbol francés, resultó inevitable. Era un día de 2011 cuando Satou, su mamá, recibió un llamado inesperado de su hijo.
"Hola mami. Estoy en Francia. Voy a jugar en el Metz. Si no me creés, podés prender la televisión y me vas a ver". El sueño comenzaba a hacerse realidad. Sadio Mané, nacido el 10 de abril de 1992 en la aldea de Bambali, comenzaba su carrera como futbolista profesional en el FC Metz.
A fuerza de buenos rendimientos y una velocidad explosiva otros equipos de Europa de fijaron en él. Fue adquirido por el Red Bull Salzburgo (Austria), donde fue campeón de la Bundesliga y de la Copa Austria 2014.
Su paso por el Salzburgo resultó la plataforma para alcanzar su primer gran sueño: jugar en la Premier League. Primer lo hizo en el Southampton y después, en 2016, en el Liverpool, que lo adquirió por 41 millones de euros.
El otro sueño futbolístico de Sadio Mané no tardó en llegar. Fue convocado a la Selección de Senegal, con la que participó en el Mundial de Fútbol jugado en Rusia en 2018. También obtuvo el premio mayor: ganó la Copa Africana de Naciones disputada en Camerún en 2022. Fue 4 a 2 en la definición por penales frente al Egipto de Mohamed Salah. Y fue Sadio Mané quien ejecutó el penal decisivo.
Sadio sigue siendo Sadio
Mané vive como piensa. Y él piensa que debe ayudar a quienes lo necesitan, a aquellos que no tienen más que esperanza. Con memoria y solidaridad, vuelve una y otra vez a su Bambali natal. Él fue quien donó 693.000 dólares para construir un hospital en su pueblo.
En 2019 el delantero donó alrededor de 350.000 dólares para construir una escuela, y el año anterior regaló 300 camisetas del Liverpool para que los hinchas pudieran usarlas durante la final de la Liga de Campeones, que finalmente su equipo perdió con Real Madrid por 3 a 1.
Además, donó notebooks en la escuela del pueblo, y construyó una estación de servicios y la oficina de correos. También envía 70 euros por mes a las familias del barrio donde nació para ayudar a sus antiguos vecinos que viven en la pobreza.
Desde abril de 2018 Sané también colabora con un programa de prevención del VIH en Malawi. La enfermedad afecta espcialmente a África. Dos tercios de los infectados, es decir unas 22,5 millones de personas, viven en el Africa Subsahariana.
Pero no todo es dinero en los actos solidarios del delantero senegales. Un video, que se hizo viral, lo muestra limpiando los baños de la mezquita Al Rahman, en Liverpool, donde además participa de las tareas que realiza la comunidad cada día como un fiel más.
Allí está Sadio Mané. El chico que jugaba a la pelota con un pomelo en medio del polvo de Bambalí. El hombre que llevará sus goles a Munich y que no olvida que los pies, todavía, siguen doliendo.