Todo empezó en un grupo de WhatsApp que armó Claudio Destéfano, periodista argentino especializado en negocios y marketing deportivo, para compartir la pasión que genera el álbum del Mundial de Fútbol cada campeonato. Allí, cientos de personas comparten desde hace meses la locura que genera esperar las figus, intercambiarlas, encontrar la que nos falta, negociar los "valores", acompañar a los hijos en esta emocionante aventura que, a todas luces, va más allá de la infancia. "Tenemos un grupo de unas 200 personas que están juntando figuritas y, una de ellas, propuso esta semana reunir repetidas y recibir aquellas que les sobren a quienes hayan llenado el álbum para donar a un hogar de niños y que todos los chicos puedan disfrutar esta pasión", cuenta Claudio a Mundialeros.com.
Un miembro del grupo propuso ayudarle a un chico que ve pasar juntando basura a llenar el álbum. Cumplirle el sueño a quien, por supuesto, no tiene aspiraciones (por no tener posibilidades) de tener figuritas de Panini y disfrutar esa experiencia tan "normal" para otros chicos y adultos. Así, la pelota empezó a rodar y otro miembro del grupo fue por más.
Otro miembro del Ristretto (así se llaman los grupos de networking que generó Destéfano) redobló la apuesta y preguntó si había quorum para donar figuritas a chicos en algún hogar u hospital donde ni se enteraron del furor figuritero. Y así siguió el tema un par de día, rodando como en la cancha, y le encontraron destino a una idea que exploró jugadas hasta meter el gol.
La idea fue de Mitch, que puso a disposición su casa para que lleguen todas las figuritas repetidas de los que aún las tengan sin destino claro. Con sus hijos, las ordenarán prolijamente para que sea mucho más fácil y, durante diez días, funcionará como "Centro de Cambio para los miembros del grupo". Luego, se donarán al Hogar María Luisa de Villa Ballester, que preside Cristina Arheit, donde suman veinte entre chicos y adolescentes que "nunca se enteraron quién es el 9 de Irán, el 8 de Bélgica o el arquero serbio".
"Hicimos el pedido en el grupo de 268 estoicos que siguen buscando llegar al objetivo de llenar el álbum", cuenta Destéfano. "Apareció uno de tapa dura para el Hogar y uno de tapa blanda para el pibe, y hasta hubo quien ofreció uno completo, que sirva como muestra o ayude a que las maestras hagan los recortes necesarios para provocar un refill, como se hace con las gaseosas".
La maquinaria empezó a funcionar y se irá aceitando con el correr de los días, pero, por ahora, la final está clara: "las figuritas que queden tras el intercambio de los miembros del grupo terminarán en el pibe que propuso uno de los miembros y los chicos que cuidan como sus propios hijos en el Hogar María Luisa".
Como digo siempre, dice el periodista, "a Santi Maratea le sale más fácil. Pero, para nuestra comunidad, lo imposible sólo tarda un poquito más…".
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